La luz al final del túnel

La vuelta al mundo comienza con un solo paso, un libro por una sola palabra. Y es que todo gran proyecto tiene su primer gran minuto. Como el tema de la lengua en la Comunidad Valenciana donde aparecen los primeros brotes.

Hace ya 40 años, el socialismo valenciano se encargó de eliminar el valenciano de la vida pública para introducir un engendro de idioma que se asemejaba al catalán con el objetivo de “normalizarlo” con el propio catalán con un fin muy claro, demostrar que Valencia y Cataluña tienen el mismo idioma cooficial. Un idioma que no ha calado en la población a pesar de ser obligado a estudiar en la escuela y a usar en las instituciones. Un idioma inventado que el propio Partido Popular oficializó obligado por Aznar para contentar a Pujol y así que éste apoyara la investidura de José María como presidente del Gobierno. Un error histórico que ahora tiene la oportunidad de enmendar.

Durante este tiempo han intentado convencer que “hablar ese catalán” era progresista y hablar el valenciano de pueblo, el auténtico, el que recoge las normas de la Real Academia de Cultura Valenciana, era ser inculto.

Se ha generado una verdadera industria en torno a esa lengua anti natural encabezada por la Academia Valenciana de la Lengua (nunca dicen qué lengua) donde sus académicos cobran ingentes cantidades de dinero para decirnos como debemos hablar en “valenciano” en lugar de recoger las diversas formas de hablar de todo el Reino, como hace las academias de la lengua.

Una actitud dictatorial de la “Junta Qualificadora del Coneiximent del Valencià” que se encarga de dar los títulos de saber ese engendro sin permitir ni una sola fisura que aleje esa lengua del catalán. De hecho, si en Madrid apruebas el Catalán, te convalidan en Valencia el C1. Más claro no se puede decir.

Pues ahora parece que se empieza a desmontar ese monstruo contaminante y se ven brotes verdes que abre la esperanza de revertir esta situación de la inmersión lingüística al estilo de Cataluña que se pretende en Valencia desde hace años, que se intensificó de forma acelerada con la entrada de la coalición catalanista Compromís en la Conselleria de Cultura.

Primero fue Albal donde su Ayuntamiento empujado por el partido Avant-Albal ha empezado a usar el valenciano auténtico alejado de vocablos extraños como “nosaltres”, “gaudir” o “gairebé” entre otros muchos.

Ahora es la segunda autoridad autonómica, Llanos Masó, de Vox, quien usó el valenciano con las normas del Puig en un tuit dando la bienvenida a la primera reunión con los “sindics”.

El siguiente paso es que el PP se atreva también a usar esa normativa más Valenciana y real para demostrar que quiere rehacer los errores del pasado cuando nos metió en esa entelequia lingüística.

Una normativa que se sigue utilizando en las fallas, por ejemplo, en el concurso de llibrets y en algo que me ha llamado la atención estas noches, he visto alguna presentadora joven y valiente que han presentado en valenciano real las preselecciones. De hecho, en un sector, cada una hablaba con una modalidad distinta, el Valenciano real una y el catalanizado la otra.

Es que eso, presentar un acto público en valenciano real es un acto de rebeldía y valiente. Es algo que hay que darle la vuelta.

Hay que ponerlo de moda y que los jóvenes sepan que escribir y leer en valenciano es progresista, hacerlo en el normalizado de la AVL es un error a pesar de haber sido adoctrinando en la enseñanza.

También los políticos deben fomentar esta rebeldía y demostrar que están por la labor de restituir el valenciano y promoverlo entre los estudiantes y funcionarios a pesar de la implantación ya existente del catalán disfrazado.

Es un trabajo complicado, intenso y difícil pero tremendamente ilusionante que puede conseguir dos objetivos, eliminar la dictadura lingüística dando Libertad de hablar la que queramos sin ser tachados de nada y eliminar el catalán de la Comunidad Valenciana, a pesar de los lloros que ya se ven en entidades que saben dejarán de ser apoyadas por el nuevo gobierno valenciano.

Apoyamos estas iniciativas.

PEPE HERRERO