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OPINIÓN DE PEPE HERRERO

Lo que vais a leer a continuación posiblemente no guste a más de uno, pero siento que es la verdad, esa verdad que siempre duele pero que es inexorablemente cruel. 

Estamos a un mes de las elecciones municipales y autonómicas y hemos vuelto a caer en la irrelevancia más absoluta, de nuevo el trabajo de ninguneo por parte de los enemigos ha dado su fruto. Definitivamente amigos, el "valencianismo político" está anulado por todos. Y no nos rasguemos las vestiduras. La mayor parte de culpa la tenemos nosotros, los que hasta ahora hemos creído en el valencianismo y en la posibilidad de reeditar la añorada (pero fagocitada, no olvidemos) Unión Valenciana. 

El sentimiento existe, menguante, pero existe. Eso si, sin referencia política ninguna por la ignorancia y el desconocimiento real de como se mueve este tema de los que hasta ahora han encabezado las opciones que nunca han tenido relevancia más allá de los 500 votos y que lleva camino de volver a pasar el 28 de mayo. 

Esto unido a que desde posiciones mas centradas y ladeadas a la izquierda se ha conseguido ahogar cualquier posibilidad de reedición de una opción valenciana de raíz que no dependa de Madrid o Cataluña, relegando al plano "ultra" cualquier manifestación de apoyo a esta posibilidad generando un "miedo" de respaldo a nivel popular, empresarial y mediático.

Las reglas son las que son, por mucho que no se esté de acuerdo con ellas. Y nadie ha movido un dedo para que personas irrelevantes pero con un alto espíritu de lucha y entrega puedan acceder a puestos medianos y altos de la política como sí ha hecho la izquierda valenciana, sobre todo la radical, quienes se han preparado para afrontar los retos que supone no solo ensalzar su visión de las cosas, si no también anular con descalaficaciones al contrario para que los medios afines y controlados ejerzan su labor de altavoz de ambos cometidos. Cosa que si se ha conseguido desde esta izquierda preparada y cohexionada que funciona a la perfección con una preparación social casi quirúrgica que sigue arrasando allá donde la razón debería imperar gracias al desarrollo de sus doctrinas.

De ahí que no nos extrañe que partidos como el PP o Vox han prescindido de ofrecer una variante marcadamente valencianista dentro de sus propuestas más allá de las que pueda ser la dictadura linguística, saben que el valencianismo tal cual se conoce ahora no vende o, como pasó en 2019, les puede perjudicar. 

Y la culpa no es de ellos, es nuestra, de los que aún pensamos que debería haber un partido propio de Valencia al estilo de UPN en Navarra, Coalición Canaria en Canarias o el PAR en Aragón, por ejemplo. 

No hemos sabido ganar la primera de las batallas: LA CREDIBILIDAD.

Y así es imposible avanzar. No echemos la culpa a nadie, dejemos de mirarnos el ombligo. La muestra es la previsión de votos que las coaliciones creadas tienen en las encuestas. Ni están ni se les espera. 

El valencianismo hoy en día es eso, mucho ruido en las redes, pero pocas nueces en las urnas. 

Es mi opinión. 

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