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ARTÍCULO DE OPINIÓN DE PEPE HERRERO

Técnicos en la materia me cuentan que antes del 2015 las brigadas que se encargan de la preservación del monte acudían aún con las llamas humeantes a llevar comederos, bebederos para la fauna que había sobrevivido y a construir majanos (refugios para los conejos), labrar todo cuanto antes para que el pasto volviera a salir y todo de manera urgente y rápida. Es decir, hoy estarían por allí.

Pero no, ahora esto no se tiene en cuenta a pesar de visitar regías con acompañamientos locales que más bien parecían venir a una feria donde no se dejó a nadie que no fuera oficial acercarse al presidente Sánchez.

Ahora no se tiene en cuenta ni se hace. La verdad es que conforme me llegan noticias de la gestión forestal que se está llevando a cabo ahora, más me cuesta entender lo que está pasando.

Pero vamos cronológicamente.

ANTES

Prevención mucho menor que antes, por mucho que algunos defensores de causas perdidas me digan que si con el PP, bla, bla, bla. Pero no, lo cierto es que ahora es mucho menor con los consabidos problemas para hacer cortafuegos, mantenerlos y la nula limpieza de los montes. Tampoco se deja coger leña ni se deja pastar a los animales lo cual ha generado una situación de polvorín real que nos ha llevado a padecer los desastres que hemos vivido.

Los entendidos nos cuentan que las intensas lluvias de marzo y abril hicieron brotar mucha vegetación tanto en el monte como en los cortafuegos que, al no ser eliminado por el ganado ni limpiado por las brigadas, con el calor de julio se ha secado generando una cantidad muy grande de matorral seco que ha actuado como acelerante. A eso se le une la prohibición de recoger piñas del suelo que una vez arden se sabe que son proyectiles reales que son capaces de salir lanzados decenas de metros.  

DURANTE

Nada que objetar durante los incendios donde el personal encargado de apagarlo se ha empleado a muerte aún con las posteriores denuncias que se han visto en algunos medios, pero muy silenciadas por los grandes, de escasez de medios y de personal. Es decir, las personas que han actuado para sofocar se han dejado literalmente la vida para conseguir dominar los fuegos y así hay que reconocerlo.

DESPUÉS

El después es lo que duele. Después de haber advertido hace meses del peligro que suponían el estado del monte por parte de alcaldes de muchos municipios, han sido desoídos con las consecuencias que hemos visto. Ahora vemos como se lamentan y vienen a decir que se va a ayudar y que se va a arreglar. Pero eso antes, ahora ya no me vale. Ahora está quemado. Si se hubiera hecho caso a los entendidos de las zonas, no hubiéramos llegado a esa situación.

Pero era mejor hacer caso a los ecologistas de salón que pululan por los despachos sin haberse acercado a apagar ningún incendio, cosa que si hubieran hecho se hubieran dado cuenta de las consecuencias de sus decisiones erróneas.

Por cierto, decisiones que de momento no tienen ninguna trascendencia ni asunción de responsabilidades.

Es un clamor que la magnitud de los incendios ha sido tan grande por la ineficaz política forestal de la Generalitat Valenciana pero nadie entona el “mea culpa”, nadie pide dimisiones como se pedían en tiempos del PP ni nadie dice que los ganaderos, cazadores y agricultores de las zonas perjudicadas tenían razón. Siguen con el mantra del “cambio climático” que cada vez convence a menos.

CONCLUSIÓN

Todo apunta a que mucho de lo que está sucediendo no es fruto de la casualidad ni mucho menos. Primero se invierte poco en prevención, luego se echa el resto en apagar el fuego y después se venden ayudas que nunca o casi nunca llegan, pero sirven para que el político de turno “se venda” y parezca que viene como salvador.

Me duele Bejís, el Vall d’Ebo y toda la Comunidad Valenciana. Me duele ver lo que estamos viendo y lo que no están ocultando, que es mucho más de lo que parece.

Os lo cuento como lo siento.

Yo soy incapaz de reírme viendo como está mi tierra.

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