AMOR FALLERO DE VERDAD
La falla se construye y se planta para quemarla. La palabra que se cree proveniente del latín “fácula” (antorcha) así lo indica. Las primeras noticias que se tiene de la palabra “falla” viene de cuando se encendían hogueras en lo alto de Miguelete para advertir a los campesinos de algún peligro para ellos y así que corriesen a refugiarse tras las murallas de la ciudad, bien fuera por un temporal, invasión o cualquier otra causa. “Hi ha falla dalt del Micalet, anem pa casa”, cuentan que se decía. (¡Vamos! Como un grupo de Whatsapp del siglo XVI).
Después, la palabra falla se usaba para las hogueras en honor de visitas ilustres a la ciudad, como las de los Reyes de España o notables visitantes. Para ello se encendía una “falla”.
Así hasta que mediados el siglo XIX, entre varias versiones del comienzo de la falla tal cual la conocemos hoy, a cualquier hoguera se le llamaba así, falla y así ha llegado hasta nuestro tiempo.
El objetivo de la falla es quemarse. Pero se ha popularizado en las últimas décadas que cada uno de los máximos representantes de cada comisión se lleve un ninot de recuerdo. El caso no estaría mal si luego viéramos que ese recuerdo es guardado como tal.
Pero desgraciadamente estamos viendo como demasiado a menudo, ese recuerdo que en la noche de la cremá es abrazado por los niños o por la fallera mayor como último resquicio de la falla que le ha acompañado en los días de la gran semana como fallera mayor, se convierte en un estorbo en casa. Bien sea porque hay mudanza, porque se recompone la casa, porque se ha deteriorado y no se lleva a un artista o mil razones que llevan a almacenarlo como un trasto en el balcón de casa o en un trastero que al ser reordenado ya no sirve para nada. Es cuando se tira al contenedor y se mezcla con la basura en un vertedero.
A veces, algunas veces, algún alma caritativa rescata entre la maleza de los contenedores alguna pieza de falla y la limpia con mimo sabiendo lo que cuesta de hacer y el cariño que muchos tienen a estas obras de arte.
Este es el caso que nos trae este escrito. Un amante de las fallas, que vive las fallas como poco sin ser fallero pero con una alma mucho más fallera que muchos componentes de comisión, nuestro amigo y compañero Victor Moreno, encuentra este ninot entre la basura y lo entrega a un gran artista y persona como es Juanjo García quien lo emplea para construir su “Faguera”, una mezcla entre hoguera y falla para quemar la noche de San Juan en la demarcación de la falla Sueca-Lit Azorin.
Así lo hace y lo acompaña de esta leyenda:
“Aço l'ha rescatat d’un trist contenidor
el gran faller conegut com Vi Mor.
Les falles i les fogueres son per a cremar,
així que esta nit, esta bola es va a socarrar”.
Así, este ninot cumple el cometido para el que fue creado y se quemó la noche del 24 de junio para convertirlo en cenizas.
Así debiera ser con todos los ninots.
Si te quedas una pieza de tu falla, cuídala y guardala como recuerdo. Si te molesta, llévala al taller de algún artista que conozcas o a la Ciudad Fallera. Sin ningún miedo.
Quien sabe si se podría crear un “banco de ninots” para recibir los que molesten en lugar de ser tirados a la basura y así, en caso de que algún artista deje sin plantar una falla, poder ayudar a los falleros aportando estos ninots que un día fueron recogidos como recuerdo y que luego supusieron una carga.
Las redes sociales de fallas y falleros siempre pueden ser buen recurso. Si lo decís, siempre habrá alguien que lo recoja.
Y dejad de llamar “delegación de monumento”, mejor llamad “delegación de falla”.
Monumentos hay muchos y de muchos tipos, las fallas son únicas.
Esta es una historia de amor fallero de esas que pasan desapercibidas pero tienen mucha importancia. .
¡Gracias!