28-12-20. Fin de semana nutrido de polémicas con dos valencianas que han trascendido a nivel nacional.
Mirad, soy blanco, si me escupe una persona de otra raza no pasa nada, si lo hago yo, soy racista y el Black Live Matter me pisotea y me destroza.
Soy hombre, si me pega una mujer y denuncio se ríen de mi. Si le pego yo me detienen, me llevan al calabozo y me imponen una orden de alejamiento.
Es más, si me asesina nadie guardaría un minuto de silencio por mi.
Soy hetero, soy Catolico, soy partidario de que Valencia no forme parte dels paisos catalans, soy partidario de la unidad de España, no me gusta la izquierda actual, soy monarquico, ¡vamos! Un blanco perfecto para esta estirpe política que se ha establecido en el poder intentado modelar España a su forma.
Y dentro de ese contexto podemos enclavar lo sucedido este fin de semana con Carolina y Sandra.
Las dos piden Libertad para publicar sus ideas como quieran. Las dos piden respeto.
Pero si publicas con Libertad y sin respeto a los que piensan diferente, luego no pidas respeto a los que publican con Libertad criticando tu falta de respeto.
Un alto grado de cinismo e hipocresía se demuestra cuando se ven superadas por los rebotes lógicos.
A pesar de los intentos de blanqueamiento corporativistas y los apoyos de medios de comunicacion afines, lo hecho por cada una de ellas no deja de ser una falta de respeto que intentan revestir de libertad demostrando desprecio a quien no piensa como ellas.
Luego lloran.
Y así está hoy en día el panorama político y social en España. Si piensas diferente eres facha,
machista, racista, homofobo, ultra derechista... la etiqueta está servida. Lamentable, pero real.
Pero me niego a que me digan cómo debo pensar.
A mi etiqueta le he quitado la alarma y ya no suena cuando pasa por el arco detector del progresismo.
De Carolinas y Sandras estamos saturados.
Seremos cristianos, pero cansados de poner la otra mejilla.