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24-12-20. Con los aplausos y parabienes aún calientes de unos políticos sectarios que se vanaglorian de haber conseguido aprobar presupuestos “sociales”, se nos ha venido la Nochebuena.

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Una Nochebuena donde más de 70.000 sillas estarán vacías de forma indebida mientras estos políticos danzan alrededor de ellas en una fiesta macabra carente de sentimientos.

Son 70.000 sillas que hace un año ocupaban españoles que no han podido ser despedidos por sus familiares. Muchos se han ido en soledad, sin poder sentir el calor de una mano que les acompañara en la transición a una nueva dimensión de existencia. Una mano que notara el calor y el cariño de la gente que le quiere aún.

Muchos no pudieron hacerlo y miraran esa silla vacía con el dolor permanente de no haber podido decir por última vez “te quiero” a la persona que la ocupaba.

Esas 70.000 sillas debían estar llenas de alegria, la alegria de estar juntos. Pero no.

Unos políticos que ocultaron la verdad desde el principio antepusieron sus cargos y la continuidad de ellos a la Salud.

Sabían que si tomaban medidas antes, la impopularidad de las mismas podría hundirles y no se quisieron sacrificar.

Los ideales estaban por encima sabedores que tenían de su lado el control mediático y de la opinión pública a través de los canales de información dominados. Esto restaría impacto social y no tuvieron reparos en obviar los avisos que llegaban para tratar de minimizar la pandemia mientras que gritaban consignas como que “el machismo mata mas que el coronavirus” sin ningún rubor para luego seguir tomando medidas políticas por encima de las sanitarias.

Esta pandemia y el descontrol sobre ella ha desnudado muchas cosas. Pero no todos las ven.

He intentado llevaros todo lo que he visto y por eso he sufrido insultos, bloqueos y todo tipo de comentarios. Me da igual.

Sigo convencido que podían haber sido muchas menos sillas vacías con una gestión más honesta.

Es como lo siento.

Aunque lo mismo la culpa es nuestra por seguir creyendo en vellocinos de oro en lugar de ver la realidad. Es más fácil.

Un abrazo a las familias de las 70.000 sillas vacías. Podían haber sido muchas menos. Pero creo que nunca lo asimilaremos.

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