POR JANO GARCÍA
Resulta casi milagroso que lo conocido como «la derecha» haya tomado las calles de España. Sin ir más lejos ayer se congregaron un millón de personas en Madrid para clamar, una vez más, contra la infame amnistía que humillará a España y a los españoles frente a los ojos propios y del mundo.⠀
Muchos se preguntan si las manifestaciones sirven de algo, si va a parar la amnistía. La respuesta es que no. Las manifestaciones no detendrán a un ser como Sánchez, pero dejarán un mensaje muchísimo más importante. España no es –por mucho que algunos pretendan– propiedad de nadie. España no es Sánchez ni Feijoo ni Abascal ni Yolanda Díaz ni las instituciones públicas. España tiene su razón de ser en una esencia que ha ido madurando a lo largo de los siglos hasta alumbrar un pueblo que en la actualidad habita entre la indolencia y la resignación, pero también un pueblo cuya mayor característica es ser capaz de convertir la tragedia en fiesta.⠀
Incluso en una situación tan grave como la actual no han faltado los toques de humor en las manifestaciones. Ya lo decía Valle-Inclán: «En España podrá faltar el pan, pero el ingenio y el buen humor no se acaban». Y es que un pueblo que de la muerte crea una procesión de luces y solemnidad acompañada de marchas procesionales que, hasta el más anti devoto de los hombres, no puede evitar que el vello se erice mientras contempla el majestuoso espectáculo; un pueblo que en el fragor de la batalla por la vida entre bestia y hombre replica con olés que surgen desde lo más profundo de los tendidos; un pueblo que del caos consigue que emerja un orden espontáneo que es capaz de acabar incluso con el poderoso ejército napoleónico es, sin duda, un pueblo que merece la pena recuperar.⠀
A pesar de que la impresión es que el mundo moderno ha forjado una España sin identidad y sin razón de ser que nos ha despojado de todas las raíces que nutren la nación, todavía son muchos los que resisten el indeseable martilleo constante de los medios de comunicación, instituciones educativas y políticas. Esa, y no otra, es la verdadera razón por la que merece la pena salir a la calle a mostrar al mundo que todavía existe España.