ARTICULO DE OPINIÓN. Por José Vilaseca, escritor.
Últimamente no suelo meterme en discusiones políticas, y menos en mi muro de Facebook, pero creo que la ocasión lo merece.
Desde buena parte de la izquierda valenciana existe un coqueteo extravagante con en concepto de "Países Catalanes", una suerte de conglomerado supranacional basado en el hermanamiento entre "los países que hablan catalán".
Más allá de que el concepto en sí surge de lo más rancio del nacionalismo de entresiglos (un nacionalismo machista, racista y profundamente elitista encarnado por personajes tan siniestros como Prat de la Riba o Pompeyo Fabra -ingeniero químico que se las dio de lingüista y cobró generosamente por "inventarse" el catalán moderno dándole una patada a sus clásicos... y apropiándose de los clásicos valencianos, todo sea dicho de paso-), su faro en la oscuridad fue un tipo de Sueca llamado Juan de la Cruz Fuster (más conocido como "Joan Fuster"), caracterizado por ser un pésimo ensayista, homófobo, efebófilo y alcohólico, además de falangista de carné e hijo del primer alcalde franquista de Sueca, plasmado en su obra "Nosaltres, els valencians", un legajo no solo preñado de incorrecciones y falacias, sino que destila un rencor por su propia tierra y una adoración casi mesiánica por el "hermano catalán" que deviene en obsesión.
Aunque resulte difícil de creer, este dechado de virtudes fue capaz de decir que "Las familias no desean -y hacen bien en no desearlos-, chicos maricas ni chicas viragos", en su artículo "Juguetes y feminismo" de 1979, que seguro avergonzaría a esas feministas de izquierda que, ahora, aplauden haber conseguido que este sea el "año Fuster".
El mismo nacionalismo catalán que trata de hundir al Puerto de Valencia en beneficio de Barcelona o que exporta el "modelo Colau" de ciudad, tanto en infraestructuras asfixiantes como en indiferencia ante la delincuencia, es el que riega con dinero público (ese mismo que les quitan de sus sueldos y sus pensiones, o que piden a Europa hipotecando nuestro futuro), a entidades tan "importantes" como Acció Cultural o Escola Valenciana (aunque, de valenciana, solo tiene el título), que llevan cuatro décadas convenciéndonos de que hablamos "un mal valenciano" o que somos traidores a la patria por hablar castellano, y que es mucho mejor hablar ese engendro lingüístico que no es realmente catalán y que se rige por las normas de un instituto PRIVADO (curioso dato este), conocido como Institut d'Estudis Catalán.
No quiero caer en la "falacia ad hitlerium" y comparar este movimiento de fichas con el Anschluss realizado en los años treinta del siglo pasado por el partido nacional-socialista alemán para, excusados en el idioma y la cultura, anexionarse todo lo anexionable, primero con dialéctica y, luego, a tiro limpio... pero es que lo ponen bastante difícil con sus manifestaciones con antorchas, su señalamiento de los "no catalanes" y su persecución paranoica de una "pureza de sangre" que, en otra época, sería tildada de enfermedad mental.
Los "Países Catalanes" tienen tanto sentido como los "Países Manchegos" (que podrían desear anexionarse las tres provincias valencianas, con el argumento de la numerosa emigración de Cuenca o Albacete, por ejemplo), o "La Nueva Roma" que bien podría aglutinar todas las naciones que hablan lenguas derivadas del latín y pretender plantar un muro en mitad de Inglaterra para evitar las invasiones de los hooligans pictos con sus caras pintadas de azul.
¿Les ha sonado absurdo? Pues esa absurdez de los infames "Países Catalanes" es la que hay que desterrar, por pura coherencia y por higiene mental. Usad los medios que consideréis oportunos, pero no os dejéis engañar... y mucho menos que os roben para alargar ese engaño.
PD: Si alguien considera adecuado mantener ese concepto, le animo a que lo argumente y lo justifique. Seguro que se sorprende cuando, al rebatirlo, descubra que le han estado mintiendo hasta ahora.
JOSE VILASECA
Escritor