Hasta hace pocos años circular por Valencia era un placer. Algún atasco ocasional pero en general apenas teníamos problemas para ir de un punto a otro de la ciudad en unos 15 o 20 minutos.
Desde la entrada de Compromís con un Grezzi enloquecido con los coches al frente, poco a poco se está convirtiendo en un infierno poder circular por la ciudad en coche. Los alocados diseños urbanísticos y un odio al coche enfermizo está convirtiendo a Valencia en una ratonera.
Cada mañana son muchos los atascos que hay para entrar en la ciudad. Este problema se agudiza en los últimos meses con el éxodo a las urbanizaciones de la provincia debido al virus.
En lugar de diseñar una ciudad amable para las dos partes, la bicicleta y el coche, se está haciendo de una forma que ataca directamente al coche. Y lo que es peor, con un cada vez más deficiente servicio público de transporte.
Desde los cambios bestiales y suicidas en las líneas de la EMT hasta la deficiente prestación del servicio de cercanías en Renfe.
Todo esto lleva a que la circulación por Valencia es cada vez más densa y antipática, provocando una mayor contaminación por los parones y atascos.
Además hay que añadir los cambios en las fases de los semáforos para evitar que los vehículos a motor cojan mayores velocidades.
Hay que comentar que no se ha tenido en cuenta a repartidores y comerciales que visitan todos los días nuestras calles y que necesitan poder aparcar para trabajar.
Sumamos también la constante eliminación brutal de plazas de aparcamiento.
Hay que apoyar el transporte ecológico sobre todo en bicicleta, de acuerdo, pero sin ahogar el tráfico a motor siendo que no se ha previsto la mejora en el transporte público.
Los atascos para entrar por las mañanas se suceden todos los días laborables.
Y esto va cada día a más.
Pero les da igual. Son perroflautas.
Bienvenidos a la Valencia atascada de la era Compromís